El romanticismo es el arte de conquistar al ser amado, teniendo como bandera, solo el único propósito de dar felicidad, sin condiciones ni tormentos, a quien uno con todo el alma ama,
beso a beso, caricia a caricia, mirada a mirada, abrazos y más abrazos, entre la ternura, la música tanto interna como externa a nuestra piel y la imaginación desbordada que te hace ver la luna en los versos más declarados de puro amor intenso,
versos del sentir de todos los silencios, llave perfecta para que dos corazones se atraigan y se encuentren en cada face de esa noble celeste que fabrica los rayos de plata para que se pueda dar en cualquier placido rincón de la noche, la unión perfecta entre el cóncavo y el convexo de los que se quieren demasiado
momento en que los sentimientos triunfan, en medio de todo un universo de magia y unicornios felices, heraldos de la fantasía, los cuales se desplazan con próspero y fecundo designio en los efluvios de un denso amor llevado por la agitación de una sangre que se acelera por todo el cuerpo con la fuerza de los mares,
cuyas olas revientan sobre la arena, una y otra vez sin conocer el cansancio ni el sudor, son canciones melodiosas que llevan su fulgor al corazón de quien uno ama y extraña, mientras más se extraña hay más añoranza, mientras más añoranza más desatada es la pasión de querer brindar al ser amado el fuego dulce de cumplir con la misión que nos destaca como humanos, dar y recibir amor,
cuando todo lo bello y cálido nace armonioso del alma con destino a quien a morir uno ama, sin conseguir en el caminar apresurado del tiempo, la calma.
milmayos